Horas del atardecer. El sol ilumina la acequia con sus rayos inclinados a cuanto la sobrevuela dejando ver nubes de mosquitos, algunos caballitos del diablo y libélulas que de vez en cuando deciden reposar en la vegetación de sus orillas, como esta gran libélula Anax parthenope, de unos 7 cm de largo y unos 10 cm de envergadura alar.
Imposible resistirse al atractivo de su figura en vuelo iluminada por los últimos rayos del sol: sus grandes ojos en los que domina el verde esmeralda, un tórax que se deja intuir parduzco, los llamativos primeros segmentos del abdomen de un turquesa intenso (el primero de ellos amarillo) como el de las piedras semipreciosas, y el azul que decora el resto de los segmentos del abdomen (en el caso de los machos, pues en las hembras suelen ser de color verde aceituna). Y, muy especialmente, sus alas doradas cuando en ellas se reflejan los rayos de sol. Realmente las alas son hialinas, pero están ligeramente teñidas en un tono ahumado.
Excelentes y rápidas voladoras, parecen auténticos helicópteros de combate sobrevolando las aguas de la acequia para alimentarse de insectos, e incluso de otras libélulas de menor tamaño. Son muy territoriales, vuelan de una orilla a otra y trazan en ese ir y venir rutas casi repetitivas, con cambios de vuelo casi instantáneos cuando avistan una presa. Lo cual no impide que de vez en cuando se alejen de sus «hogares» y uno se las pueda encontrar en jardín de su casa.
Pareja en tándem. El macho sujeta a la hembra mientras deposita sus huevos en la vegetación sumergida.
Anax parthenope. Familia Aeshsnidae. O. Odonatos
Imágenes obtenidas en el campo de golf de Olivanova (Oliva, Valencia), a cuyo personal agradezco el acceso al mismo.