Ludwigia grandiflora

Ludwigia grandiflora, conocida como prímula acuática, es una hermosa planta originaria de Sudamérica, que no sólo se ha ido extendiendo por todo el continente americano sino por varios países de Europa y por el levante español. Fue introducida en Francia a finales del siglo XIX como especie ornamental, y actualmente está catalogada como especie invasora por haber colonizado, con resultados negativos, canales, lagos e incluso determinados tramos de ríos.
En la Marjal de Pego (Alicante) Ludwigia tapiza de verde y oro algunos espacios de sus acequias o canales, siendo casi imposible no rendirse ante el esplendor de su floración por el intenso y brillante color amarillo de los pétalos de sus corolas, que alcanzan unos 5 cm de diámetro.

Canal donde se pueden apreciar, en primer término, dos "praderas" de Ludwigia ocupando todo el ancho del mismo.

Canal donde se pueden apreciar, en primer término, dos «praderas» de Ludwigia ocupando todo el ancho del mismo.

Iniciado el mes de septiembre, las flores que se pueden encontrar en la zona son muy escasas, así que el número de abejas que sobrevolaban las “praderas” de Ludwigia , ávidas de su néctar y del generoso polen de sus 10 estambres era altísimo. La polinización estaba asegurada.

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Esta planta perenne, tienen dos tipos de raíces: las que fijan la planta al suelo y absorben los nutrientes, y las denominadas adventicias -situadas a lo largo de los tallos-, que no sólo les aseguran la captación de oxígeno sino el enraizamiento de los fragmentos de las plantas, una forma de reproducirse vegetativamente.

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Los tallos crecen horizontalmente, y desde el fondo, emergen erectos hacia la superficie y sobresalen del agua hasta alcanzar una altura de hasta 80 cm.

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Así mismo pueden también colonizar los márgenes del canal.

Como son plantas que toleran amplias condiciones de vida, en cuanto a nivel de nutrientes, tipos de sustratos y calidad de las aguas, sus efectos negativos están asociados a la biodiversidad, calidad del agua y cambios estructurales:

Reducen el pH del agua y producen una desoxigenación de la misma, lo que conduce a un daño potencial sobre la vida de la fauna y a la reducción de la germinación y crecimiento de otras especies de plantas.
Su biomasa es la causante de un aumento de sedimentos – lo cual es negativo para la biocenosis autóctona-, de la reducción de la penetración de la luz en las aguas, de la disminución de las correntías, y de la alteración de la circulación las aguas y de los regímenes ecológicos.

Nombre científico: Ludwigia grandiflora. Familia: Onagráceas. Orden: Mirtales. Clase Magnoliópsida.

Thomisus onustus

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Los rayos del sol incidían con toda su intensidad agosteña sobre la flor blanco-rosado  de esta sencilla correhuela (Convolvulus arvensis), y era tal su luz reflejada, que hacía difícil distinguir que en un borde de su corola esperaba paciente a sus presas una araña (hembra) perfectamente mimetizada con los colores de la flor. ¡Qué delicada belleza la de su armonía y qué suerte ser testigo de ello!

Las arañas de Thomisus  onustus  son de pequeño tamaño -el cuerpo de las hembras es de unos 8 – 10 mm de longitud y el de los macho entre 2 y 4- y tienen una especial  capacidad para adoptar los colores de las flores en las que residen, hecho que está relacionado con sus estrategias de caza. No hacen telas de araña, así que esperan al acecho a sus presas o deambulan con sigilo hasta encontrarse de cara ellas, sin importar que puedan ser mucho más grande que ellas.

Tienen tres pares de patas dirigidas hacia delante y el par más posterior, hacia atrás. El que los dos primeros pares de patas sean muy largas y fuertes condicionan que estas arañas se muevan lateralmente, lo que ha llevado a los miembros de la familia a la que pertenecen (Tomísidos) a ser conocidas como “arañas cangrejo”. Su abdomen u opistosoma también contribuye a que recuerden a un minúsculo cangrejo, ya que es corto y con dos protuberancias dorsales.

Su visión  está condicionada por sus 8 ojos distribuidos en dos filas curvadas y que les permiten ver lo que se encuentra a una distancia de hasta 20 cm. Pero por muy largas que sean sus patas más anteriores -de 0.5-1cm-, cuando las arañas cazan al acecho, tienen que esperar quietecitas a que su potencial presa se encuentre a esa distancia para poder así atenazarlas y acercarlas a sus quelíceros que son los que le inyectan el veneno para matarlas.

Cuando se sienten que pueden ser ellas las víctimas de un posible depredador, las muy cucas se tiran al suelo y se hacen las muertas.

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Con la misma paciencia que demostraba la araña, reté durante un tiempo al implacable sol de la mañana y me quedé un rato para observarla. Afortunadamente para mí, la araña  abandonó su estado de quietud  antes de que el sol me achicharrara, pues  se le antojó cambiarse a una ramita cercana. Pude con ello comprobar que sus movimientos son lentos y que para acercarse a su objetivo, observa y tantea primero la distancia a la que se encuentra adoptando una posición que recuerda a la de un cangrejo expectante, y que después levanta y estira sus patas delanteras varias veces hasta que encuentra un punto de anclaje.  Y si no lo consigue, como sucedió en este caso, decide caminar sobre seguro y regresar de nuevo a la flor de origen.

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