La garza imperial hace honor a la soberanía y majestuosidad de su rango, no sólo por la elegancia de su plumaje sino por su estilizada pose y su figura en vuelo.
A estas garzas le gusta instalarse en humedales como acequias o ciénagas que tengan una frondosa población de cañas, juncos y carrizo como ocurre en el Marjal de Oliva-Pego (Valencia) y que es donde tuve ocasión de observarlas en los meses de junio, julio y agosto.
En primavera, la pareja de garzas construye su nido entre la vegetación e incuban su puesta (3-4 huevos) durante 24 a 28 días. Después, las jóvenes garzas no se independizarán hasta cumplidos los dos meses.
En la imagen superior se puede ver que la garza imperial, antes de abandonar el cañaveral, comprueba que todo está bien en el lugar donde ha nidificado. Después, para cruzar el camino que la separa de la acequia, donde se alimenta, y si sospecha peligro, lo hace despacio, se detiene, alarga su cuello al máximo y alza su cabeza al cielo. Su esbelta silueta se hace casi imperceptible, y mucho más, si está mimetizada con el color del suelo.
Este ave ciconiforme tiene el tamaño de una cigüeña y es algo más grande que la garza real. Su envergadura alar puede alcanzar hasta 1.5 m. El plumaje general de su cuerpo es gris oscuro y pardo-rojizo; el de su largo cuello serpentiforme tiene un listado de plumas negras sobre otras de tonos cobrizos (en laterales y dorso) y blancos (en zona ventral), y el de la cabeza tiene el píleo y una cresta de color negro.
Los dedos excepcionalmente largos de la garza le son de gran utilidad para desplazarse por entre la maraña de la vegetación que tiene mucha de sus ramas fragmentadas.
Nombre específico: Ardea purpurea. Familia Árdidos
A partir de finales de agosto y primeros días de septiembre empecé a dejar de ver a estas garzas, lo cual me hizo sospechar que ya habían iniciado su migración hacia el continente africano.
Hace unos días he tenido ocasión de visitar el marjal y recorrido los lugares que frecuentaban. El paisaje había cambiado. Los campos de arroz ya no servían de escondite para las diferentes aves acuáticas que allí se ocultaban durante el verano y había muchas zonas inundadas. Se podía observar una gran variedad de aves, pero no a las garzas imperiales. Hicieron bien en emigrar, pues la temporada de caza ya había dado comienzo. Garzas reales, garcetas, garcillas, gallinetas, patos, gaviotas y aguiluchos laguneros -entre otras aves-, quedan expuestos al tiro de los cazadores.